10 dic 2009

"SOY SCOUT DE CORAZÒN"


Hace dos noches llegó a mí un gran recuerdo. No sé bien en qué momento se apoderó de mi nostaliga y de mis sonrisas escondidas. Hace mucho que no tocaba ese tiempo en mi memoria, es más, creí que no lo volvería a recordar como lo hice.


Un día, de esos pasados, de años muy atrás, especìficamente 1989, tocaron a la puerta de mi casa. Venían a invitarnos a mi hermano y a mí por parte del Club de Leones a un campamento organizado por los Scouts de Zitácuaro, con el fin de convivir y conocer el movimiento del escultismo. Mi hermano y yo asistimos a dicho campamento que se llevó a cabo en las instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad en Los Azufres Michoacán. Por mi edad, yo entré en los Lobatos, con la patrulla Parda. El guía no me cayó bien y siempre chocamos, pero ese es dato aparte. Fue el campamento que marcó muchas cosas para mí... Me gustó tanto que supe ese sería parte de muchos más campamentos. Sólo asistí a dos juntas del grupo cuando éste se reunía en el Jardín Chiquito de Zitácuaro. Después, las reuniones se realizaron en la vieja Estación del Tren, llamado, el Parque.

Duré como 2 años en los Lobatos, pero ya era tiempo de cambiar de sección, pues era de los más grandes, así que seguía la Tropa Scout. Ya conocía de vista a Pedro Enrique, quien era el que estaba al frente de la Tropa.

A mí me emosionaba de sobre manera pensar que ya entraría a la Tropa, pues los juegos eran más interesantes y a la vez rudos. Todos admirábamos de alguna manera a los más grandes, porque hacían cosas más intrépidas. A mí ya me estaba aburriendo la Manada.

En esos años, el grupo estaba en su apogeo total. Muchos integrantes, muchos convencidos de estar en el movimiento y vaya que había ambiente, aunque poco a poco se fue mostrando una realidad que al día de hoy, no sé si marcó la casi desaparición de los Scouts en Zitácuaro.

Estuve algunas juntas de intercambio en la Tropa, pues aún no era oficial que ya debía de cambiar de sección. Esos sábados se convirtieron de lo mejor. Pasé de intercambio a los memorables Halcones. Sus integrantes que recuerdo de inicio, eran: Hugo, Zeta, Tulio, Fabio, Paco, Jairo, Roberto y yo. Desde entonces, imparables. jejejeje!


Un sábado de junta, pasé oficialmente a la Tropa Scout con un salto del tigre, librando al parecer una llanta.

Cada sábado era el día más esperado casi por todos nosotros los que estuvimos en los Scouts. Era un ritual meramente respetado. En mi caso, yo desperaba y muy rara vez salía de casa. Comía temprano y como a las 3:30pm iniciaba el rito de vestirme. Primero las calsetas, largas, largas, doblarlas debajo de la rodilla. Después el short y el cinturón, colocarse las botas negras y la camisola, que hasta ese momento sólo tenía la insignia de Scout y el registro verde del año 1989, ya casi por cambiar al de 1990.

Salía de casa al 15 a las 4pm rumbo al Parque, a veces pasaba por el compañero Jairo que vivìa a una cuadra de mi casa. Llegábamos al lugar de reunión, poco a poco llegaban todos los hermanos y hermanas Scout. Èramos distinguidos entre la demás gente, claro, por la vestimenta. Algunos nos encontrábamos en el camino y ya llegábamos en bola.

Casi siempre iniciábamos la junta con todas las secciones, realizábamos la oración todos en círculo y entonces, rompíamos formación para irnos con nuestras respectivas secciones. Los más grandes que éramos La Tropa, casi nunca nos quedábamos dentro del Parque, siempre nos íbamos a otro lugar apartado, donde existía una cancha de fútbol en el patio de maniobras del tren. Esa es parte de la nostalgia que se conjuga, pues hoy en estos días, el tren ya no existe en el municipio, ni ese patio donde muchos años nos juntamos.


Pero caminábamos por las vías del tren. Olor a chapopote y tierra, a veces con olor a tierra mojada y generalmente seca. No importaba nada más, el asunto era estar en esa junta que sòlo duraba 2 horas, que jamás se hacían pesadas.

Pasó un buen tiempo y era entonces momento de realizar mi promesa, cumplir los retos para llegar a ella y fue entonces que me dediqué a cumplir con los retos. Pedro llevaba una hoja por cada miembro de la Tropa para ir tachando los requisitos y retos que pasábamos para entonces poder obtener la promesa. Sí, esa pañoleta que se porta alrededor del cuello, que son de varios colores y que representan el grupo que la creo, en este caso, el grupo 1 de Zitácuaro.


La pañoleta en tu color general era (o es) amarilla, que representaba la semilla del escultismo que se estaba sembrando en Zitácuaro. En las orillas tenía dos cintas, una de color rojo y la otra verde, en medio quedaba el color amarillo, por lo que las tres líneas de dichos colores, representaban las tres secciones, La Tropa Scout, (verde) La Manada (amarillo) y el Clan (Rojo), los más grandes en las orillas protegen a los más débiles (manadas). En el pico se formaba un triàngulo con tela roja, al centro de èste, un círculo donde se encontraba una flor de liz blanca, y todas las secciones con sus colores se entrelazaban en dicho punto.


En fin, no fue fácil adquirirla, cumplí los -si no mal recuerdo- 32 retos para llegar a ella. Mi promesa fue en la casa de Paco, una noche que celebrábamos algo. Ese día fue uno de los más felices dentro del escultismo. De ahí en adelante, los retos ya eran otros por cumplir, habría que subir de rango y entonces llenar la camisola de insignias, pero no sólo llenarlas por llenarlas, sino poseerlas con orgullo. Tuve cintas de patrulla y 3 insignias más en mi camisola durante toda mi tropa Scout.


Hoy por hoy, este recuento me dicta plenamente que ese fue un tiempo en mi vida donde aprendí muchísimo, donde conocí a amigos que hasta la fecha siguen estando a un lado y que sin duda vale mucho más de lo que pueda imaginar. Fueron los días donde aprendí a compartir más allá de un bocado de comida, donde aprendí a no flaquear ante las adversidades, donde comprendí que hay otros tipos de conocimientos y no sólo las matemáticas. Donde me hice responsable de mi mismo, donde supe defenderme de algunos miedos, donde razoné que el ser no es sólo estar, sino hacer algo por mí y por los demás. Aprendí a valorar la amistad y entonces supe ser mejor amigo.


A mi edad hoy, hay algunas preguntas que me gustaría realizar, pues Pedro, era un chavo mayor que nosotros pero no mucho y aún así, logró el liderazgo que todo líder nato puede tener. Mis respetos hermano, de alguna manera creo que todos los que estuvimos ahí coincidimos en este punto. Tus conocimientos me ayudaron mucho y siéntete culpable tan sólo un poco je!


Cuando terminaban las juntas y era momento de despedirse, se sentía una leve nostalgia porque el día había terminado. Con ello, llegaba el tren en punto de las seis de la tarde, a veces un poco más tarde, sin embargo, generalmente nos subíamos a dar la vuelta por todo el patrio de maniobras y seguíamos compartiendo con todos. Cuando regresábamos al Parque, íbamos cantando todos felices. Llamábamos la atención de todos, supongo que aún nos admiraban... se sentía genial portar el uniforme sucio, lleno de lodo y sudor... las marcas de la batalla.

Muchos nos resistíamos a saber que el día había terminado, no nos queríamos ir del recinto, ese lugar que sólo adquiría significado cada sábado de 4 a 6 de la tarde. Caía pues la tarde-noche e iniciábamos la partida, todos en bola.

Hoy -repito- el tren ya no existe, ese lugar mágico que guardó toda esta historia se ha ido con los años. La urbanización cubrió la zona donde cada ocho días nos juntábamos. Sólo -como todo en la vida- quedan los recuerdos de esos buenos tiempos que nunca jamás volverán. Hoy, y desde hace muchos años ya no formo parte del movimiento Scout. La última vez que asistí a una junta, fue como en el 97, cuando intenté ser clanero.


Aquellos años para mí fueron los mejores del grupo, por todo lo que englobaba, pero no quería decir que todo estaba bien. Algunas cabezas se fueron, los roces y traciones fueron acabando aquella relación. Se quedaron unos cuantos a la cabeza. Troperas, Troperos, Lobatos, Gacelas y Scouters cada día fueron siendo menos... menos, y mucho menos. La migración de muchos en esos entonces adolescentes entrando a la universidad restó también mucho; algunos volvían cada ocho días, pero poco a poco se fueron quedando en otros asuntos. ¿Qué marcaría el final de todo?


Se crearon nuevas secciones como Expedicionarios. Yo cumplìa los 16 años y entonces tenía que pasar a la nueva sección. Mis amigos de Halcones ya no estaban, o sólo como 3 de los originales. Me despojaron de mi pañoleta, mis insignias y todo lo que había ganado en La Tropa y que amaba con sumo placer. Sentí como si me hubiesen mutilado parte de mi alma... ese momento marcó mi fin dentro de los Scouts. Entendí que para mí se había terminado el escultismo, pero no supe si ese fue el fin.

Ya no sentía la magia de ir a las juntas, todo había cambiado, Pedro ya no estaba en la Tropa, muchos ya no estaban, sólo el memorable Chinto (hermano, admiro tu fortaleza de seguir luchando y creyendo en que lo muerto puede revivir, que lo lograste por algunos años). Así que entendí era el momento de mi retirada y decir adiós a lo que hoy extrañé de sobremanera.


Han pasado al menos 19 años para mí de aquel entonces.


A todos los no citados hay mucho que agradecer, porque sin cada uno de los que estuvo ahí, no tendría estos gratos recuerdos. Gracias de manera paralela, ojalá yo haya marcado un segundo de su vida como ustedes lo hicieron, los que siguen hasta hoy marcando el reloj de mi vida, gracias enormes.


"Yo soy Scout, de corazón y acamparé con ilusión... "

Un fuerte apretòn de mano izquierda a todos donde quiera que estén.




"Muy pronto junto al fuego, nos reunirá el Señor"


PD: En esos tiempos, cada ocho días iba a misa los domingos a las 8 de la mañana. Ha sido, el mayor tiempo que he pasado en dicho lugar, tenía un significado paralelo. Hoy, ya no lo hago".