He tenido la responsabilidad de intentar generar conocimiento a adolescentes de 14 y 17 años. Es la primera vez que me animo a dar clases. Esta etapa ha sido muy gratificante, pero sobre todo, de mucho compromiso, pues sé que de alguna manera lo que yo diga influirá para bien o para mal. Si bien lo que manifieste no es la absoluta verdad, sí puede representar un eco en cada cabeza que se convierta en reverberación para por lo menos, una o dos personas.
Tengo la oportunidad de observar a un universo muy pequeño que cursa la prepa. No tengo la dimensión exacta de una muestra grande de estudiantes confundidos, con todas las actitudes que les caracteriza en esta etapa de la vida. La confusión la veo en mis alumnos como un pequeño problema a resolver y a veces nos damos tiempo para ello. Mi clase casi puede ser personal, pues el salón cuenta con 8 alumnos nada más.
Me preocupa la apatía que tienen por el compromiso de cumplir a cabalidad lo que les corresponde, ya no digamos en su vida para el futuro, sino en lo mediato para cumplir una tarea o una simple exposición. Si la vida en mi tiempo de adolescencia muchas cosas se me hicieron “fácil”, en esta época en la que me encuentro del otro lado, es mucho más, la palpo locamente “fácil”.
En realidad no sé si siempre sea así, y es que recuerdo a mis ex maestros de la secundaria o prepa que siempre nos decían que disfrutáramos cada etapa en la que estábamos porque se terminaría muy rápido y cuando eso sucediera, estaríamos deseando volver a vivirla. Cierto, no cabe duda, y ahora soy yo quien dice esas palabras y doy consejos como de ese tipo. Me preocupa repetir el patrón y caer en repetir esas palabras que a mí me dijeron en su tiempo. Sin embargo lo he hecho:
“Yo ya pasé por esto, como quiera que sea, ya estoy del otro lado”
Qué nefasto se escucha y se lee ahora que lo hice. Pero de alguna manera es una frase que si no es para espantar, es para ir abriendo un surco en la cabeza de ellos e intentar hacer conciencia de lo que están haciendo. Nunca ha sido mi intensión ser el clásico profesor que va a su clase, dicta y dicta y dicta y da la espalda a los alumnos porque está escribiendo en el pizarrón y justo unos minutos antes de terminar la clase es cuando inicia a preguntar si hay dudas al respecto.
Me mezclo entre ellos, me siento como ellos, a veces me expreso como ellos, me enojo como ellos y casi siempre trato de comprenderlos; pero no puedo dejar de ser yo. No pertenezco a esa mentalidad y de alguna manera ya tengo mis ideales bien plantados y mi forma de pensar. Estoy entrenado profesionalmente para desempeñar un conocimiento crítico que me costó entender mientras cursaba la universidad. Mi perfil fue adecuado para la expresión realista, no para la sensación placentera de la utopía y la fe tranquilizante. Sin embargo, siempre intento dar un mejor consejo limpio y desinteresado de lo que yo creo, y adecuarlo a la realidad, a su realidad. Intento ser cuate antes que profesor, aunque a veces desgraciadamente la línea delgada que separa el exceso de confianza y la falta de respeto la rebasan; es aquí cuando la tolerancia del profesor amigo se termina e inicia la dictadura del maestro de la vieja guardia. Esa transformación no me ha gustado, pero ha sido necesaria.
Me preocupa el conformismo con el que se miran, con el que se auto contemplan, y convencen de manera extraordinaria ante las circunstancias de su vida. Con la pequeña visión del mundo que tienen, con la extrañeza que les da ciertos casos de no ver más allá de su nariz. Con la parcialidad de las cosas que viven y la cero tolerancia de sus propios pensamientos positivos al planear o intentar planear su futuro. Su falta de compromiso para con sus sueños, aunque sean ligeros.
La contaminación de la violencia en sus imágenes cotidianas me ha estremecido mucho, que hasta puedo decir que me ha dado miedo con qué naturalidad lo han adquirido en su vida. Me preocupa que ya no les sorprenda, me preocupa que se admiren poco y anhelen cadenas de oro para presumir, que lo adopten en su vida y que posiblemente la hagan su forma de vida. Los estándares han cambiado sin duda, pero dónde están las ganas de respetarse a así mismos y sobre todo a los demás.
La información tiene que ser parcial, ligera, entretenida, digerible en pocos minutos y casi siempre, sin mayor interés más allá de 5 minutos. La tecnología la palpan con total tranquilidad, y ha sido una generación que ya nació con celular en la mano. Quizá a mí me ha costado entender un poco esto porque yo viví la trascendencia del internet, de los teléfonos móvil, de los correos electrónicos. Aunque ahora sea algo que lo tenga, lo viva y se me haga maravilloso, no podré dejar de pensar en que en aquellos tiempos, yo no tenía nada de esto. Por lo tanto, quiero comprender que el fácil acceso a todo esto, hace que de igual manera se busquen los contenidos así de rápido, no importa si los sueños son fugaces o no, no es importante que se quieran eternos, aunque por ende sabemos que eso no es posible, pero el asunto es el deseo, las ganas porque así sean, que es la manera utópica de vivirlos y aunque es así, se siente bien, como magia.
Seguramente me estoy volviendo viejo, y lo garantizo porque ahora no son las mismas cosas las que me preocupan como antes. Lógicamente en todo este proceso de vida, lo primordial va cambiando mientras los años avanzan. A veces me da miedo ir envejeciendo y entender poco de lo que me corresponde. Seguramente mis alumnos han dicho que ya estoy ruco, aunque no crean que tenga 31 años a la fecha. Jamás podré olvidar la cara de asombrados cuando me preguntaron mi edad… gracias por las flores, entiendo que no me veo tan jodido por lo menos.
Pero sigo preocupándome que la vida les pase por encima y cuando se den cuenta de que ya pasó bastante tiempo, no tengan el mismo para ir a donde realmente desean. Nunca es tarde para nada, y todo se puede más no al mismo tiempo. Aunque no me corresponda con lo que suceda en su vida, y quizá ciertamente no me importen muchas de ellas, de alguna manera siempre me preocuparé por aquellos que estuvieron cerca de mí sea como sea.
Ojalá que siempre logren sus metas y cuando no, preocúpense de cómo llegar y no de cómo olvidarse de ellos para sufrir menos. “No porque el camino sea recto se va menos perdido”.
“…y por qué tendría que sufrir por esto, pero total, yo de la nada quise”.
Tengo la oportunidad de observar a un universo muy pequeño que cursa la prepa. No tengo la dimensión exacta de una muestra grande de estudiantes confundidos, con todas las actitudes que les caracteriza en esta etapa de la vida. La confusión la veo en mis alumnos como un pequeño problema a resolver y a veces nos damos tiempo para ello. Mi clase casi puede ser personal, pues el salón cuenta con 8 alumnos nada más.
Me preocupa la apatía que tienen por el compromiso de cumplir a cabalidad lo que les corresponde, ya no digamos en su vida para el futuro, sino en lo mediato para cumplir una tarea o una simple exposición. Si la vida en mi tiempo de adolescencia muchas cosas se me hicieron “fácil”, en esta época en la que me encuentro del otro lado, es mucho más, la palpo locamente “fácil”.
En realidad no sé si siempre sea así, y es que recuerdo a mis ex maestros de la secundaria o prepa que siempre nos decían que disfrutáramos cada etapa en la que estábamos porque se terminaría muy rápido y cuando eso sucediera, estaríamos deseando volver a vivirla. Cierto, no cabe duda, y ahora soy yo quien dice esas palabras y doy consejos como de ese tipo. Me preocupa repetir el patrón y caer en repetir esas palabras que a mí me dijeron en su tiempo. Sin embargo lo he hecho:
“Yo ya pasé por esto, como quiera que sea, ya estoy del otro lado”
Qué nefasto se escucha y se lee ahora que lo hice. Pero de alguna manera es una frase que si no es para espantar, es para ir abriendo un surco en la cabeza de ellos e intentar hacer conciencia de lo que están haciendo. Nunca ha sido mi intensión ser el clásico profesor que va a su clase, dicta y dicta y dicta y da la espalda a los alumnos porque está escribiendo en el pizarrón y justo unos minutos antes de terminar la clase es cuando inicia a preguntar si hay dudas al respecto.
Me mezclo entre ellos, me siento como ellos, a veces me expreso como ellos, me enojo como ellos y casi siempre trato de comprenderlos; pero no puedo dejar de ser yo. No pertenezco a esa mentalidad y de alguna manera ya tengo mis ideales bien plantados y mi forma de pensar. Estoy entrenado profesionalmente para desempeñar un conocimiento crítico que me costó entender mientras cursaba la universidad. Mi perfil fue adecuado para la expresión realista, no para la sensación placentera de la utopía y la fe tranquilizante. Sin embargo, siempre intento dar un mejor consejo limpio y desinteresado de lo que yo creo, y adecuarlo a la realidad, a su realidad. Intento ser cuate antes que profesor, aunque a veces desgraciadamente la línea delgada que separa el exceso de confianza y la falta de respeto la rebasan; es aquí cuando la tolerancia del profesor amigo se termina e inicia la dictadura del maestro de la vieja guardia. Esa transformación no me ha gustado, pero ha sido necesaria.
Me preocupa el conformismo con el que se miran, con el que se auto contemplan, y convencen de manera extraordinaria ante las circunstancias de su vida. Con la pequeña visión del mundo que tienen, con la extrañeza que les da ciertos casos de no ver más allá de su nariz. Con la parcialidad de las cosas que viven y la cero tolerancia de sus propios pensamientos positivos al planear o intentar planear su futuro. Su falta de compromiso para con sus sueños, aunque sean ligeros.
La contaminación de la violencia en sus imágenes cotidianas me ha estremecido mucho, que hasta puedo decir que me ha dado miedo con qué naturalidad lo han adquirido en su vida. Me preocupa que ya no les sorprenda, me preocupa que se admiren poco y anhelen cadenas de oro para presumir, que lo adopten en su vida y que posiblemente la hagan su forma de vida. Los estándares han cambiado sin duda, pero dónde están las ganas de respetarse a así mismos y sobre todo a los demás.
La información tiene que ser parcial, ligera, entretenida, digerible en pocos minutos y casi siempre, sin mayor interés más allá de 5 minutos. La tecnología la palpan con total tranquilidad, y ha sido una generación que ya nació con celular en la mano. Quizá a mí me ha costado entender un poco esto porque yo viví la trascendencia del internet, de los teléfonos móvil, de los correos electrónicos. Aunque ahora sea algo que lo tenga, lo viva y se me haga maravilloso, no podré dejar de pensar en que en aquellos tiempos, yo no tenía nada de esto. Por lo tanto, quiero comprender que el fácil acceso a todo esto, hace que de igual manera se busquen los contenidos así de rápido, no importa si los sueños son fugaces o no, no es importante que se quieran eternos, aunque por ende sabemos que eso no es posible, pero el asunto es el deseo, las ganas porque así sean, que es la manera utópica de vivirlos y aunque es así, se siente bien, como magia.
Seguramente me estoy volviendo viejo, y lo garantizo porque ahora no son las mismas cosas las que me preocupan como antes. Lógicamente en todo este proceso de vida, lo primordial va cambiando mientras los años avanzan. A veces me da miedo ir envejeciendo y entender poco de lo que me corresponde. Seguramente mis alumnos han dicho que ya estoy ruco, aunque no crean que tenga 31 años a la fecha. Jamás podré olvidar la cara de asombrados cuando me preguntaron mi edad… gracias por las flores, entiendo que no me veo tan jodido por lo menos.
Pero sigo preocupándome que la vida les pase por encima y cuando se den cuenta de que ya pasó bastante tiempo, no tengan el mismo para ir a donde realmente desean. Nunca es tarde para nada, y todo se puede más no al mismo tiempo. Aunque no me corresponda con lo que suceda en su vida, y quizá ciertamente no me importen muchas de ellas, de alguna manera siempre me preocuparé por aquellos que estuvieron cerca de mí sea como sea.
Ojalá que siempre logren sus metas y cuando no, preocúpense de cómo llegar y no de cómo olvidarse de ellos para sufrir menos. “No porque el camino sea recto se va menos perdido”.
“…y por qué tendría que sufrir por esto, pero total, yo de la nada quise”.
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