18 feb 2009

COMO CUANDO FUIMOS ESTRELLAS



Acapulco, Guerrero, 4:30 a.m.
¿Las Estrellas están sobre el mar o están en el mar?...

Para Raúl, Roberto, Rafael y Las Luces Teleform.

Llegamos hasta la reja del rancho donde nos aseguraron encontraríamos a Larousse, recorrimos el sendero que nos condujo hasta la pequeña cabaña en donde desde una mecedora que se encontraba junto al calor de una fogata nos recibió con esa voz que jamás olvidaríamos –hoy es un día feliz, pasen, ¿un tequila?- jamás imaginamos que todo terminaría igual que como comenzó, con una copa de tequila, pero esa noche no lo podíamos suponer, así que disfrutamos de las canciones que nos llevaron hasta su mundo plastilina, un mundo en donde el lenguaje se destruía y se reinventaba asimismo, en donde las cosas cambiaban de forma al ser nombradas de una manera poco usual, tocamos el acordeón, reímos y bebimos sin parar, nos habló de la literatura, de la música, habló en diferentes idiomas, pero al final habló claro y aceptó la oferta que le estábamos haciendo.

-Paren, paren- nos detuvo el Niño al momento que dejo de tocar la batería, -no podemos seguir haciendo música sin encontrar un sentido-, tras una seria discusión de si debíamos continuar con la búsqueda de nuestras canciones sin tener un vocalista que le pusiera voz a todas aquellas piezas que día a día iban creciendo como partes de un gran rompecabezas y que necesitábamos que alguien armara esas primeras piezas indispensables para poder continuar colocando las demás, decidimos darnos a la tarea de encontrar un vocalista, primero, como requisito riguroso de toda banda que recién se forma, intentamos cada uno de los tres, fue así que tomo el turno Lara (guitarrista), opción que rápidamente desechamos ya que conocíamos de su don o mejor dicho defecto de voz, pues años atrás cantó para un grupo, es de imaginarse su voz si en aquellos tiempos le apodaban El Berridos, tocó mi turno y después de un breve y desafortunado intento optamos por que lo intentara el Niño y aunque fue el mejor o el menos peor de los tres tampoco había dado en el clavo con lo que buscábamos, fue entonces cuando decidimos ir afuera, visitamos algunas personas que conocían del medio y no obtuvimos ninguna recomendación, semanas después nos invitaron a una tocada de un par de bandas que iniciaban su travesía por el rock and roll, la banda de los pepinos le apodaban a una de ellas, fue ahí cuando nos informaron que justo el vocalista de la otra banda, cuyo nombre no recuerdo, se acababa de quedar sin grupo ya que los había dejado plantados, -es bueno- nos decía el pepino, -vayan a su rancho, queda en la entrada de San Felipe, es una reja blanca, a un lado hay un letrero grande de un Bar- -vayan seguro lo encuentran-, y así fue que decidimos ir esa misma noche, no había por que esperar mas.

Dieciséis ojos, como una bestia mitológica, como un juego y ecuación de cuatro personas que además de tener un par de ojos, creen en la existencia de un par más, aquellos que ven a través de la imaginación y viajan por todas las cosas que no se pueden ver ni tocar pero que existen, esto me hace recordar aquella anécdota en la que el Teólogo le pregunta al Científico - ¿Crees en dios?- -No, yo como buen científico no puedo creer en las cosas que no se pueden ver o tocar- -¿Alguna vez te has enamorado?- -Sí, por supuesto- - Y dime, ¿tocaste o viste el amor?. Esa tarde, en la que por primera vez estuvimos los cuatro juntos, fue la tarde de las canciones que dan risa, la tarde en la que aprendí que la música es alegría, que te da conciencia y cura heridas, la recuerdo como la tarde en que conocí a los nibelungos y vi las luces teleform.

En un par de sesiones habíamos montado Sol Marsopa y Luces Teleform, al cabo de dos semanas ya teníamos además Margot, Wat su mara (What’s matter) y otros temas que nunca titulamos, pero todo llegó al mejor punto cuando tocamos “Como cuando fuimos estrellas”, con esa canción mi recuerdo vaga entre el cuarto de ensayo, el León de mecenas y mi felicidad, nos invitaron a tocar varias veces en el pueblo y después abrimos concierto en un festival en ciudad capital, por cierto el último día que tocamos juntos, si mal no recuerdo el nombre del lugar era León de Mecenas, pero sobre todo tocábamos día a día en nuestro glorioso cuarto de alfombra verde, ahí donde nos hicimos amigos, en donde nos atamos a esos momentos que jamás pensamos pudieran acabar y que esa noche acabaron después de recibir criticas y felicitaciones, después de que por fin habíamos logrado ser un buen grupo, el mejor de aquella noche, el mejor de nuestras vidas, ese fue el brindis con el que iniciamos el tequila.

Dos sin par y sin adiós

Larousse se despide esa noche tomando la última copa de la botella de tequila, El Niño vuela a Canadá con los sueños equivocados, Lara y Dillo se quedan intentando recuperar lo que ya estaba perdido, logrando rescatar del naufragio un par de canciones que acompañó en la batería el Pingüino “Mis viejos poemas renuentes y Alicia se perdió en el Mar” después de eso, solo nos enteramos que un día Larousse se confeccionó un traje de hojalata y con la misma determinación del guerrero que se lanza a la batalla buscando la victoria y esperando la muerte pues sabe que es la única opción para mantener el orgullo intacto, se aventó al abismo, nadie logró encontrarlo nuevamente, nadie supo de su cuerpo y nadie supo de su traje de hojalata, solo queda la memoria, la estupida memoria y la horrible sensación de ser parte de lo que no es, pero que, los que estuvimos ahí, sabemos que un día lo fue.



Dillo, (Hugo Raya).
Mayo de 2008.




Tu guitarra de palo y la mía, tu voz de aguardiente y la mía, tu amistad misteriosa y la mía, tus estrellas sobre el mar y adentro de él las mías, que días aquellos amigo, que días. Mejor levantémonos que ya viene la barredora, pero antes déjame recoger mi Teni.

No hay comentarios: