8 may 2008

"Me pides lo imposible y yo te lo concedo"

Dice mi madre (con causa justa ahora entiendo) que siempre me he caracterizado por conseguir lo que quiero, sí, pero por el camino difícil, que casi todo lo que me rodea siempre lo he conseguido de esa manera; es como una adicción a que me cueste más, mucho más de lo que normalmente sería. Tal vez tenga mucha razón, que soy un adicto a complicarme la exsitencia, pero será que las cosas que tengo a la mano no me importan, no porque no tengan la importancia al ser cualquier cosa, sino porque realmente lo que está a mi alcance no me gusta. ¿Qué será? ¿Que realmente necesito sudar sangre para tener lo que más quiero? Y aún así, conseguirlo, no garantiza no tener disgustos, enojos, tristezas, y cualquier cosa de ello... sobre todo pérdidas. Quisiera encontrar la razón de un "para qué jodidos" estoy pensando en complicármela cada vez que busco algo que me interesa. Quisiera hacer cosas sin querer, y pensar menos los riesgos... con el pasar del tiempo, mientras crecemos perdemos esa capacidad de no medir riesgos, nos volvemos más temerosos y pensamos más de mil veces nuestras decisiones. Dicen que eso es madurar, pero también implica dejar de disfrutar el día a día, lo sencillo, poco a poco vamos perdiendo nuestra capacidad de asombro, ahora queremos artículos u objetos más sofisticados tecnológicamente hablando para poder entretenernos, o simplemente, tener posesiones por compensar nuestra ya casi nula capacidad de asombro en la sencillez. Cuando somos todos unos adultos, ya no es tan fácil que podamos dormir tranquilos, cansados; con ganas de seguir jugando o de estar en la casa del amigo.
Mi madre me dijo hace un año: "De qué te asombras, tú siempre has hecho lo que has querido así te cueste sangre, esté o no esté de acuerdo contigo, siempre haces lo que quieres y el camino fácil jamás ha sido tu medio por el cual lograr tus objetivos... no te convence lo fácil"
Quizá me exijo demasiado en algunos asuntos y en otros totalmente me descuido, pero el caso es que sí, me pido cosas imposibles y quiero hacerlas. No me gusta la palabra "no puedo", sé que me pido lo imposible y me lo concedo, total, qué más dá lo que tenga que hacer.
Pero a veces, realmente no tiene caso seguir luchando por algo que no tiene pies ni forma, por algo que nació muerto; esas cosas imposibles me las sigo exigiendo aunque de ante mano sepa que no lo tendré o que está perdido... vaya maldita adicción de demostrarme que sí. Más no falta que me pidan algo y sobre todo alguien importante para mí, porque entonces no hay casi nada imposible... -te lo concedí-.
Quiero hoy más que nunca, reinventarme en lo sencillo...

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